EL SEÑOR DE LOS MILAGROS.

MES DE OCTUBRE, EL SEÑOR DE LOS MILAGROS Y LOS TURRONES

Este post fue publicado el 5 de octubre del 2017, he agregado algunos detalles más, gracias a algunos lectores.

La llegada del mes de Octubre nos trae a la mente recuerdos, imágenes, vivencias; para mí personalmente lo primero es la procesión del Señor de los Milagros, de la Iglesia de las Nazarenas, esta imagen que fue pintada sobre una pared de adobe, por un esclavo negro, a un Cristo crucificado, es muy venerado y milagroso, tiene muchos seguidores; llamado Cristo moreno, porque la mayor parte de los creyentes en ese tiempo eran de raza negra, esta imagen quedó en pie a pesar de un terremoto que destruyó casi todo en la Lima de ese entonces, como un milagro esta pared con esta imagen, quedó intacta. Es una de las manifestaciones religiosas más grande del mundo; llamado también el Señor de Pachacámac, por ser del barrio de Pachacamilla en el centro de Lima, de entonces.

Mi recuerdo más lejano es cuando nosotros teníamos una bodega en los Barrios Altos, justo pasaba por la puerta de nuestra tienda, recuerdo que varios familiares venía a ayudar, en un ratito la tienda se llenaba de clientes, que apurados querían que los atendieran todos a la vez, mi papá decía que mejor era que pasara a una cierta distancia, porque era peligroso por la cantidad de personas y que muchas veces se metían a la tienda, para mí era verlo de cerquita, como si el Señor nos viniera a visitar, con el tiempo ya no pasaba por la puerta, sino a una cuadra, ahí la cosa ya era más tranquila, pero yo lo veía de más lejos y a veces pasaba muy tarde, que mi mamá ya no nos llevaba. Luego al cerrar la bodega, ya íbamos a acompañar al Señor a veces en la Av. Tacna, Av. Colmena, pero una vez lo hicimos por el Jr. Puno (antes pasaba por ahí, se dejó por lo angosta de la calle), donde la calle era más estrecha, la verdad esa vez mi mamá se asustó tanto, que por querer verlo de cerca, lo esperamos, lo que ocurrió fue que nos vimos como atrapados, queríamos alejarnos, pero ya no se podía, la gente venía en sentido contrario y empujaba, con las justa nos pusimos a un costado, pero la gente empuja y empuja, que mi mamá tenía temor que nos aplaste; luego de eso, solo nos llevaba en lugares amplios, a mí también me quedó esa experiencia, siempre lo hago en lugares amplios. Con el transcurrir de los años, acompañaba al Señor muy temprano por la Av. Tacna, pero ahora recomiendo a las personas que no lo pueden acompañar en los días que tiene su recorrido, vayan a la iglesia, lo pueden ver y de cerquita, es una experiencia sin igual, más aun si uno puede llegar y tocar las andas. Una vez tuve una experiencia muy especial para mí, llegaba a la Iglesia de las Nazarenas, eran casi las 4 PM, veía una cola por un costado, pero estaban cerrando ese lado, pero la puerta principal abierta de par en par, corrí y alcancé, estaba cerrado, pero un señor me dijo: pasa, los que vinieron atrás no los dejaron, estuve un rato esperando, pero veía que la gente entraba por la puerta principal, pensaba molesto, yo formando cola y el resto se mete, como dicen que van a cerrar; pero fue avanzando la cola, iba por un costado, al final me fui acercando poco a poco, llegué emocionado al altar, muy cerquita hasta tocar el anda, una emoción tremenda, indescriptible; una amigo mío me dijo que esto se llama la hora de la adoración.

Otra de las cosas del mes de Octubre, son los deliciosos turrones de doña Pepa, para nosotros el mejor turrón de Lima es el de una panadería que está en los portales de la Plaza San Martín, si bien es cierto es un poco caro, pero vale la pena, en la Pastelería San Martín, esta fue fundada en 1930. El origen del turrón de Doña Pepa tiene su referente en una historia que nos dice que la esclava Josefa Marmanillo del valle de Cañete, conocida por buena cocinera, pero de un momento a otro sufrió de parálisis de los brazos, por lo cual fue liberada, al no servirle a sus dueños, ella en su afán de curarse se vino a Lima, le contaron sobre el Cristo de Pachacamilla y de lo milagroso que era, pero fue tanta su devoción y fe, que se curó, por eso en agradecimiento hizo este delicioso postre, en la siguiente salida ella se presentó con él y levantándolo para ofrecerlo al Señor, a partir de ahí sus hijos, nietos y toda su sucesión siguieron esta tradición. Josefa Marmanillo, cuyo apodo quedó asociado al nombre del postre: turrón de “Doña Pepa”. Esta es una de las versiones de su origen.

Mi recuerdo con el turrón, fue de niño, como siempre con mi mamá, ella me lo compraba justo en la mañana, me dejaba en el colegio, estudiaba en el Colegio Nuestra Señora de la Merced, en ese tiempo en el Jr. Carabaya, se iba corriendo hasta la pastelería de la plaza San Martín, que abría en ese tiempo a las 8 AM y compraba para llevármelo, regresaba corriendo y me lo alcanzaba con el portero del colegio; estaba joven, porque lo hacía en un ratito y nosotros estábamos en formación todavía, también que estaba en transición (bueno ahora le dicen 1er grado), todo lo que hacen las madres. Seguro por ese recuerdo es que me gusta tanto el turrón y especialmente de ese lugar, que todavía está a pesar de los años. Pero es nuestra tradición familiar el comerlo especialmente en Octubre, porque en realidad nosotros compramos en cualquier mes del año.

Este es el testimonio de una amiga, también de Barrios Altos, contando su experiencia cuando esperaba la procesión.

(…) Yo recuerdo mucho esas épocas ya que pasaba por la puerta de mi casa…adornaban la cuadra toda la noche y despertaba con el sonido de los quitasueños…el día que pasaba se tenían que asegurar las cortinas metálicas de las tiendas, porque la cantidad de gente que pasaba podía reventarlas…y al subir a los techos o balcones de los vecinos para verlo pasar y ver los homenajes, en mi cuadra se hacían dos: uno de la Finisterre (Jr. Lucanas con Jr. Puno) y otro de nuestra recordada Anamelba (…)

Otro amigo que conocí por Facebook, se llama Manuel Yaga, su familia tenía un restaurante en el Jr. Puno, la cuadra 6, justo al costado de la Hermandad del Señor del Santuario. Un local que tenía dos escalones al bajar y al fondo un espejo grande, al costado la puerta de la cocina, de donde salía un delicioso olor a lomo saltado, mi bueno por los comentarios de la gente,

que hacía que los fieles del Señor de los Milagros, se sintieran atraídos, comían y recuperaban fuerzas. Pero lo difícil era el momento en si cuando pasaba el Señor, la calle era angosta, bajaban la cortina metálica y además ponían tablones, porque era tal la fuerza de la gente, que podría reventar la puerta.

Cada uno hemos tenido un recuerdo acompañando al Señor De lo de los Milagros.

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